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La mano de Lou emerge de un inodoro atascado en un gimnasio decrépito del suroeste estadounidense. Es 1989 y el Muro de Berlín está cayendo en alguna pantalla de televisión lejana, pero aquí (en este rincón polvoriento de Nuevo México donde el neón se derrite sobre el asfalto y las balas se venden como cigarrillos) solo importa la supervivencia. Rose Glass dirige esta película desde un guion que coescribió con Weronika Tofilska, y está protagonizada por Kristen Stewart, Katy O’Brian, Jena Malone, Anna Baryshnikov, Dave Franco y Ed Harris. Lo que comienza como un encuentro entre Lou (Stewart), gerente apática de un gimnasio mugriento, y Jackie (O’Brian), una fisiculturista itinerante con sueños de Las Vegas, se convierte en algo mucho más turbio: una historia de amor que no pide permiso, que no justifica su existencia, que simplemente es (con toda la sangre, sudor, esteroides y furia que eso implica).

Glass afirma que la queerness de la historia no fue algo que pensaran conscientemente al hacer la película, simplemente estaba integrada. Y quizás ahí radica su mayor triunfo. Love Lies Bleeding no es una película sobre ser lesbiana. Es una película en la que dos mujeres se enamoran, cometen asesinatos, se inyectan drogas y enfrentan la maquinaria violenta del patriarcado criminal, todo mientras el deseo entre ellas arde con una intensidad que la cámara captura sin pudor y sin el distanciamiento voyerista que ha plagado el cine lésbico durante décadas.

La mirada de Glass es inequívocamente queer. Cuando Lou observa a Jackie en el gimnasio (sus músculos tensándose bajo las luces fluorescentes, el sudor brillando en su piel) no hay rastro del male gaze que convirtió películas como Blue is the Warmest Color en espectáculos incómodos para el consumo heterosexual. Glass explora esta mirada queer y sáfica de manera distintiva: está en cómo Lou cocina huevos para Jackie, sacando las yemas con las manos mientras fuma un cigarrillo; en Lou hojeando una copia de Macho Sluts mientras alimenta a su gato. Cada gesto, cada encuadre, cada momento de intimidad pertenece a estas mujeres. Las escenas de sexo (filmadas con una especificidad anatómica que esquiva el desnudo explícito pero no la honestidad visceral) funcionan porque importan para la narrativa, porque construyen algo entre estos personajes en lugar de simplemente exhibirlos.

El director de fotografía Ben Fordesman filmó con lentes Panavision PVintage en una ARRI ALEXA Mini, buscando emular la textura del celuloide aunque el presupuesto no permitiera filmar en 35mm. El resultado es una película empapada en saturación: la cinematografía de Fordesman es saturada y lujosa, abrazando el espíritu pulp del escenario de 1989 en una pequeña ciudad estadounidense. Los cielos de tormenta de Nuevo México (ese telón de fondo moody y amenazante) envuelven la acción con una intensidad gótica que recuerda a Paris, Texas y No Country for Old Men. Las luces de neón verdes, herencia de las lámparas de vapor de sodio de los ochenta, tiñen las escenas de violencia con un resplandor enfermizo y hipnótico.

Pero más allá de su virtuosismo visual, Love Lies Bleeding funciona como una revisión del thriller criminal que coloca a dos mujeres queer en el centro sin convertir su sexualidad en problema narrativo o tema central. Glass describe la película como una “anti-romance”, empujando contra la idea de que el amor romántico es algo aspiracional que saca lo mejor de las personas. Lou y Jackie no se salvan mutuamente… se destruyen, se protegen, se mienten, se necesitan con una codependencia tóxica que resulta más honesta que cualquier cuento de hadas.

La familia criminal de Lou (encabezada por un Ed Harris casi irreconocible con medio cráneo calvo y una malevolencia escalofriante) funciona como el ecosistema violento que ha moldeado a estas mujeres. La hermana de Lou, Beth (Jena Malone), atrapada en un matrimonio abusivo con JJ (Dave Franco en su papel más detestable), representa el tipo de violencia doméstica normalizada que el patriarcado perpetúa y encubre. Cuando Jackie (impulsada por esteroides, amor y rabia) comete el primer asesinato de la película, es la consecuencia inevitable de poner mujeres desesperadas en situaciones desesperadas.

Glass sugiere que si la película tiene algo que decir sobre las mujeres queer, es que “también podemos ser personas terribles”, aunque añade que “las personas terribles aún pueden ser comprensivas y tener buenas razones”. Esta negativa a idealizar a sus protagonistas es refrescante. Lou y Jackie no son mártires ni íconos de la representación positiva. Son complejas, egoístas, violentas, vulnerables… humanas en toda su imperfección.

Love Lies Bleeding no es perfecta. Su guion a veces prioriza la atmósfera sobre la lógica interna, y los estallidos de violencia de Jackie podrían beneficiarse de mayor contexto psicológico. La película recibió críticas positivas y fue nombrada una de las diez mejores películas independientes de 2024 por el National Board of Review, pero también obtuvo un 94% de aprobación crítica en Rotten Tomatoes, señal de que su radicalidad formal no fue obstáculo para el reconocimiento.

Lo que hace que esta película importe (más allá de su estética impecable y sus actuaciones magnéticas) es su existencia misma en 2024. La cineasta y crítica Drew Burnett Gregory señala que las películas con personajes queer en el centro siempre han existido, pero la accesibilidad de esas películas es un fenómeno más reciente. Love Lies Bleeding llega en un momento de creciente visibilidad lésbica en el cine mainstream (Bottoms, Drive-Away Dolls), pero se distingue por su negativa a suavizar los bordes o a ofrecer moraleja digestible.

El director John Waters clasificó Love Lies Bleeding como primera en su lista de películas favoritas de 2024, diciendo que esta “película noir hilarante y sangrienta es la mejor película del año, una que Russ Meyer podría haber hecho si hubiera sido una intelectual lesbiana adicta a los esteroides”. La comparación es acertada: Glass comparte con Waters y Meyer un amor por lo grotesco, lo camp, lo excesivo, pero filtra estos elementos a través de una sensibilidad inequívocamente queer y femenina.