Las luces de Navidad parpadean como advertencias en la ventana. Abby sostiene el anillo que comprará para Harper mientras las primeras notas de un villancico suenan de fondo, y ya sabemos que esta comedia romántica navideña será cualquier cosa menos perfecta. Happiest Season, el debut como directora de Clea DuVall, llega en 2020 como una extraña criatura cinematográfica: la primera comedia romántica lésbica de un gran estudio de Hollywood. Pero detrás de su fachada de película familiar para las fiestas, se esconde una disección quirúrgica del armario como mecanismo de supervivencia y tortura.
DuVall, veterana de la representación queer en pantalla desde But I’m a Cheerleader hasta The Handmaid’s Tale, construye una narrativa que funciona en múltiples niveles. En la superficie, tenemos a Abby (Kristen Stewart) enfrentándose a la familia conservadora de su novia Harper (Mackenzie Davis) durante la Navidad, descubriendo que está completamente closeteada ante sus padres. Pero en sus capas más profundas, la película opera como un estudio antropológico de los privilegios de clase, los mecanismos familiares de negación y la violencia sutil del heteronormativismo navideño.
La fotografía de DuVall abraza conscientemente los códigos visuales de la comedia romántica heterosexual clásica: colores cálidos, encuadres íntimos, la arquitectura doméstica como refugio emocional. Pero estos elementos funcionan como una trampa. La casa familiar, con sus decoraciones perfectas y sus espacios amplios, se convierte progresivamente en un laberinto claustrofóbico donde cada habitación es una nueva oportunidad para la mentira. La cámara, inicialmente acogedora, se vuelve voyeurista, espiando conversaciones susurradas y gestos reprimidos.
Kristen Stewart navega esta tensión con una precisión que recuerda por qué es una de las actrices más subestimadas de su generación. Su Abby no es la típica protagonista de comedia romántica: es nerviosa, socialmente torpe, genuinamente enamorada pero también profundamente frustrada. Stewart hace del silencio su herramienta más poderosa. Cada mirada reprimida, cada sonrisa forzada en las cenas familiares, construye un retrato devastador de lo que significa amar a alguien que no puede reconocerte públicamente.
Mackenzie Davis encuentra en Harper un personaje más complejo de lo que sugiere el guión. Harper no es simplemente la novia cobarde; es el producto de una dinámica familiar que ha hecho del éxito heteronormativo su única moneda de cambio. Davis logra que sintamos empatía por Harper sin excusar su comportamiento, una línea muy delgada que camina con notable elegancia.
Lo más revelador de Happiest Season es cómo trata el armario: no como un estado temporal sino como una arquitectura emocional compleja. Harper no está simplemente “no lista” para salir del armario; está atrapada en una estructura familiar que ha construido su identidad alrededor de expectativas heterosexuales. La película evita tanto la demonización total de Harper como la justificación simplista de su comportamiento.
DuVall sitúa el conflicto central en un territorio incómodo: ¿cuánto debe sacrificar una pareja por la otra? ¿Dónde termina el amor y comienza la complicidad con la opresión? Estas preguntas resuenan especialmente en una comunidad lésbica donde las dinámicas del armario siguen siendo una realidad cotidiana para muchas mujeres.
El casting de reparto funciona como un mosazo de arquetipos familiares reconocibles pero matizados. Alison Brie como la hermana perfecta y competitiva, Mary Steenburgen como la matriarca aparentemente liberal pero profundamente conservadora, Victor Garber como el patriarca distante. Cada personaje representa una faceta diferente de cómo las familias construyen y mantienen sus fantasías de normalidad.
La banda sonora, plagada de clásicos navideños reinterpretados, opera de manera similar a la fotografía: familiaridad que se convierte gradualmente en amenaza. Los villancicos suenan cada vez más siniestros mientras la tensión familiar escala, transformando la calidez navideña en claustrofobia emocional.
Aunque Happiest Season posee una estructura de comedia romántica que a veces se siente restrictiva para explorar completamente las complejidades del trauma del armario. Ciertos momentos de alivio cómico interrumpen la intensidad emocional que la película construye tan cuidadosamente. El personaje de Riley (Aubrey Plaza), ex novia de Harper, funciona más como dispositivo narrativo que como persona completamente desarrollada, aunque Plaza le aporta suficiente carisma para que esto no se sienta completamente artificial.
Sin embargo, estos defectos palidecen ante lo que la película logra: crear el primer retrato mainstream del armario lésbico como experiencia genuinamente traumática tanto para quien lo habita como para quien ama desde afuera. DuVall entiende que el armario no es simplemente miedo individual; es una estructura social que requiere la complicidad activa de todos los involucrados.
La película también funciona como comentario sobre el privilegio de clase en las experiencias queer. La familia de Harper puede permitirse la negación porque su estatus social les otorga la protección económica y cultural necesaria para mantener sus fantasías. Es un detalle sutil pero crucial que sitúa la experiencia lésbica dentro de contextos socioeconómicos más amplios.