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  • Editorial y año de publicación: Knopf, 2019
  • Número de páginas: 368
  • Género/clasificación: Ficción histórica

En 1977, mientras Uruguay se ahogaba bajo la dictadura militar, cinco mujeres descubrieron que el amor podía ser un acto de resistencia tan peligroso como cualquier panfleto clandestino. Carolina De Robertis construye en Cantoras (2019) un territorio donde la supervivencia lésbica se vuelve épica íntima, donde cada beso robado es una declaración de guerra contra el silencio impuesto.

La novela orbita alrededor de La Proa, una casa destartalada en Cabo Polonio que funciona como santuario para este grupo de mujeres que se autodenominan “cantoras”. Aquí, lejos de Montevideo y sus ojos vigilantes, Flaca, Romina, Anita, Malena y Paz construyen un mundo propio: pescan, beben, discuten, se aman y se destrozan con la intensidad de quienes saben que cada momento juntas es un milagro arrancado a la hostilidad del mundo exterior.

De Robertis despliega una arquitectura narrativa que se mueve como las mareas: la historia avanza y retrocede a lo largo de tres décadas, desde los años más duros de la represión hasta la democracia incierta de los noventa. Cada capítulo se enfoca en una de las cantoras, permitiendo que sus voces individuales se entrelacen hasta formar un coro polifónico. Esta estructura coral no es solo un artificio técnico; es una declaración política sobre la naturaleza comunitaria de la resistencia lésbica.

La prosa de De Robertis posee una cualidad táctil que convierte cada página en una experiencia sensorial. Cuando describe los dedos de Flaca tocando la guitarra en una noche de tormenta, o el sabor salado de los besos intercambiados al amanecer en la playa, el lenguaje se vuelve territorio de intimidad. La autora entiende que la literatura lésbica no puede limitarse a la representación: debe crear mundos habitables, espacios donde el deseo femenino tenga peso y consecuencia.

Sin embargo, la novela trasciende el idilio. De Robertis no romantiza la vida de sus protagonistas: La Proa es refugio, pero también escenario de conflictos brutales. Las cantoras no son hermanas armoniosas; son mujeres complejas que se enfrentan a la traición, los celos, las diferencias de clase y las heridas familiares. Romina, la intelectual burguesa, choca constantemente con Flaca, la obrera que carga con la violencia doméstica de su infancia. Anita lucha entre su fe católica y su sexualidad. Malena se debate entre la maternidad y la libertad personal.

Estas tensiones internas dotan a la novela de una honestidad que a menudo falta en la ficción LGBT. De Robertis rechaza la tentación de crear una utopía lésbica sin fisuras; en cambio, construye un retrato matizado de cómo las mujeres negocian identidad, deseo y supervivencia en circunstancias extremas. El resultado es una obra que honra tanto las alegrías como los traumas de la experiencia lésbica sin caer en la victimización o la idealización.

La dictadura uruguaya se filtra en cada conversación, cada gesto íntimo. Las cantoras viven bajo el terror constante del descubrimiento, sabiendo que su “desviación” sexual las convierte en enemigas del Estado. De Robertis captura con precisión escalofriante cómo la represión política se entrelaza con la violencia patriarcal: sus protagonistas no solo huyen de la policía, sino también de padres autoritarios, maridos violentos y una sociedad que las considera aberraciones.

Esta intersección entre lo político y lo personal eleva Cantoras por encima del simple testimonio histórico. La novela sugiere que la dictadura no terminó en 1985; que la violencia estructural contra las mujeres disidentes continúa bajo otras formas. Cuando Paz, décadas después, sigue ocultando su sexualidad en su trabajo como maestra, comprendemos que ciertos silencios se perpetúan más allá de los cambios de régimen.

Las cantoras de De Robertis cantan contra el silencio, contra el olvido, contra la negación de su derecho a existir plenamente. Su canto resuena más allá de las páginas, invitándonos a imaginar mundos donde el refugio se vuelve permanente, donde la resistencia se transforma en celebración. En estos tiempos de retrocesos en derechos LGBT, su música suena especialmente necesaria.